<i>"The Name of Our Country is América" - Simon Bolivar</i> The Narco News Bulletin<br><small>Reporting on the War on Drugs and Democracy from Latin America
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WOLA suelta el balón con su nuevo libro, gira a la derecha en la Guerra de las Drogas

El libro, Drugs and Democracy in Latin America, es una gran decepción


Por Jeremy Bigwood
Especial para The Narco News Bulletin

2 de febrero 2005

Abriendo este nuevo año, dos eventos, prácticamente desapercibidos por los medios comerciales, han cobrado gran importancia en el panorama de la guerra contra las drogas: uno es el comienzo de la erradicación aérea de coca, por parte de Estados Unidos y el gobierno colombiano, en la región del Chocó (costa pacífica de Colombia), considerada como el área con mayor biodiversidad del hemisferio occidental; el otro, tiene que ver con la aparición del grueso ejemplar de un informe sobre la política antidrogas del gobierno de Estados Unidos, realizado por una organización no gubernamental, llamada Oficina de Washington para América Latina (WOLA, según sus siglas en inglés). Con la salida de este libro, dicho organismo ha pasado, de ser un interlocutor entre las ongs de América Latina y el gobierno de Estados Unidos, a convertirse en algo cada vez más parecido a un cuasi actor gubernamental. De esta manera, WOLA empieza a moverse hacia la derecha, luego de asumir tres décadas de concientización desde centro izquierda. Simplemente, se ha Washingtonizado.

Drugs and Democracy in Latin America: The Impact of U.S. Policy (“Drogas y democracia en América Latina: el impacto de la política estadounidense”) es un pesado libro que incluye reportes editados selectivamente por diferentes académicos y otros especialistas en el tema.

El libro se divide en diez capítulos y dos apéndices. A primera vista, parece que abarca la situación de toda América Latina y el Caribe. Pero ya analizando con más detenimiento su contenido es posible ver las deficiencias que hay en este sentido. De esta manera, hay tres capítulos que se enfocan en la “asistencia” policial y militar estadounidense a países latinoamericanos. Luego se habla de Colombia, Bolivia, Perú, Ecuador, México y el Caribe en capítulos separados. Entre tanto, Brasil, Chile, Argentina y Centroamérica reciben poca atención, mientras que el caso de Paraguay ni siquiera se menciona.

No esta de más decir que el texto posee algunas gráficas útiles como mapas y tablas. Sin embargo, una verbosidad densa, sigue siendo su característica más notoria. De hecho, para una persona interesada en la política de drogas –inclusive para alguien que trata de mantenerse al día en la literatura técnica, propia de este campo-, la difícil y pantanosa lectura de este libro requiere dedicación extrema (combinada con uso masivo de estimulantes) para llegar a la página final.

WOLA presenta la guerra contra las drogas de Estados Unidos como una mala estrategia, que no ha representado ninguna ganancia –¡vaya sorpresa!- y reconoce, además, que las fuerzas militares antidrogas, apoyadas por EU, son, en sí mismas, amenazas para la democracia local. Pero la posición es débil. Es más, el libro parece apoyar algunas formas de políticas intervencionistas estadounidenses en América Latina. Consideren el gesto aprobador de Rachel Neild a la asistencia policial de EU:

Muchos políticos latinoamericanos están abiertos a la participación constructiva de Estados Unidos, tales como el ex comisionado del Departamento de Policía de Nueva York, Bill Bratton, quien asesora a la Policía Municipal de Caracas, Venezuela, o al contrato vigente de Giuliani y Asociados con las autoridades de la ciudad de México.

¿WOLA ve la asistencia de EU a la Policía Metropolitana de Caracas como un hecho positivo? Mientras escribía esta reseña, llegó una respuesta de FOIA [documentos desclasificados por el gobierno de EU], proveniente de la embajada de Estados Unidos en Caracas, alabando la asistencia de Bratton en la conformación del primer escuadrón antidroga dentro de esa fuerza policial. ¿Acaso WOLA quiere más escuadrones antidroga en esa región?

¿Qué posición tiene WOLA, actualmente, frente a Venezuela? La Policía Metropolitana de Caracas entrenada por Bratton estaba, y sigue estando, en manos de la oposición venezolana apoyada por los EU. En ese sentido, se podría concluir, que es una fuerza armada respaldada por Estados Unidos contra el gobierno electo democráticamente de Chávez. De hecho, los chavistas afirman que fueron el pretexto para el golpe de Estado de abril de 2002 contra su presidente fueron en realidad obra de la Policía Metropolitana, una afirmación apoyada por Human Rights Watch. Hay que recordar que durante el corto reinado del líder golpista apoyado por EU, el “Presidente Carmona”, la Policía Metropolitana se condujo rudamente en Caracas, arrestando, matando e hiriendo a docenas de chavistas. ¿Cómo puede WOLA, entonces, dar un sesgo positivo al régimen de entrenamiento asesorado por Bratton?

Y no olvidemos apunte de la señorita Neild sobre Giuliani y Asociados, los hombres de la “Cero tolerancia al crimen”. ¿WOLA piensa, realmente, que debería apoyar la expansión de leyes sobre drogas y prisiones privadas estilo Rockefeller, ambas componentes de la agenda de dicho contrato ?

WOLA también respalda la “promoción de la democracia” de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarollo Internacional (USAID). En la mayor parte de América Latina, esto ha involucrado la creación, o la compra completa, de ongs locales y sindicatos por parte de esta entidad, con la meta de llevar adelante la política de Estados Unidos. Esto es algo va en detrimento de la democracia.

El libro intenta también constituirse como un registro histórico de la guerra contra las drogas en América Latina. En este aspecto también fracasa miserablemente. Nada más basta ver el manejo que se le da al tema de los micoherbicidas. Estos son hongos tóxicos desarrollados para atacar cultivos de droga, y la propuesta de su utilización en América Latina, era parte de la legislación del Plan Colombia, cuando este se creo en el año 2000. Los críticos de dicha propuesta, la cuestionaron argumentando que podía acarrear serias consecuencias en el medioambiente y en la salud humana (algunas de las toxinas producidas por los hongos eran tan tóxicas, que podrían haber sido almacenadas por naciones beligerantes como insumos para la guerra química). En respuesta a esta amenaza de Estados Unidos, los miembros de la Comunidad Andina de Naciones votaron unánimemente para rechazar el uso de estos hongos, y así la propuesta murió. Esta fue una gran victoria para la democracia en el contexto de la guerra contra las drogas. Pero en el libro ni siquiera se mencionó.

Algunas de las leyes de América sobre drogas más progresistas, en cuanto a su uso personal, se encuentran en América Latina. Estas fueron adoptadas pese a la “guerra contra las drogas”. En Colombia, por decir algo, la posesión de droga para uso personal no es un crimen. Mejor aún, Colombia estaba dispuesta a re legalizar el mate de coca –ilegal en las décadas previas. Estos ejemplos de desintensificación de la guerra contra las drogas contrarrestan el paradigma de Estados Unidos, y ciertamente merecen discutirse, pero, igual, tampoco son referidos en el libro.

El caso de la ayahuasca, la potente mezcla enteógena de la región amazónica, tampoco se tiene en cuenta. Es una verdadera lástima, porque Brasil, a través de una política, que se aplicó del norte al sur del país, legalizó su uso hace algún tiempo con propósitos religiosos, ¡y en Estados Unidos se ha llevado a cabo recientemente!

Pero, sin duda alguna, la falla más grande del libro es que apenas toca el tema de la coca legal, ignorando las múltiples voces que, adentro y fuera de América Latina, creen que la hoja medicinal debe estar disponible globalmente en infusiones ligeramente estimulantes, por ejemplo, o en otros productos derivados de la misma. ¿Cómo puede WOLA hablar acerca de la democracia enfrentada a la guerra contra las drogas e ignorar un movimiento tan popular en toda la región?

La gente está reafirmando los usos tradicionales de plantas de droga en un vasto camino, y los autores de WOLA, que no ven más allá de Washington, simplemente han perdido el barco.

Además, el libro y sus proyectos asociados durante tres años no resultaron baratos; la mayoría de las fuentes establecen que fue financiado con casi un millón de dólares del Instituto para una Sociedad Abierta (dirigido por George Soros), así como de otros donantes. Otros han puesto la cifra por encima de dos millones de dólares. ¿Y cuál ha sido el resultado?

No hay llamado alguno en este tomo para una nueva política de drogas en América Latina o en cualquier otra parte. La meta aquí es meramente “pellizcar” la política presenta, con más “transparencia” y presumiblemente con más gente de WOLA haciendo la política. No fue una coincidencia que este libro estuviera programado para salir justo cuando se esperaba que la administración Kerry estuviera tomando el poder sobre los reinos del gobierno, con la meta de llevar a algunos de los autores dentro del nuevo gobierno.

Se le hubiera dado mejor uso a este dinero en la creación de estrategias para legalizar el mate de coca en Brasil u otros países de América Latina. Esto con el fin de abrir un enorme mercado legal, para así quitar de encima la presión que pesa sobre los campesinos cocaleros y otros sectores preocupados por el exceso de producción de coca. O aún más, si ese dinero se hubiera gastado en estudios sobre especies en peligro de Colombia, la fumigación aérea de Estados Unidos no se hubiera iniciado en el Chocó.

Las cortedades de este libro tienen consecuencias que son muy reales, a causa de las destructivas meteduras de pata que siguen en la guerra de las drogas, que daña tanto el ecosistema como a la vida humana.

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