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Oxi: la nueva droga en la región amazónica

Descubierta por la ong Reard, se habría expandido entre los pobres de la región


Por Natalia Viana
Especial para The Narco News Bulletin

13 de mayo 2005

Por si no bastase el efecto devastador del uso del crack, que se ha extendido por las regiones sur y sureste de Brasil, una nueva droga fue descubierta recientemente en el estado de Acre, frontera con Bolivia. Posiblemente una de las más potentes y peligrosas drogas conocidas, el oxi u oxidado, como es conocido por los usuarios, es una variante del crack. La diferencia es que, en la elaboración, en vez de aumentar bicarbonato y amoníaco al clorhidrato de cocaína, como en el caso del crack, se agrega querosén y cal viva para obtener el oxi. “Teníamos idea de que existía esa droga, pero ningún estudio científico lo comprobaba”, cuenta Álvaro Ramos, presidente de la ong Rede Acreana de Redução de Danos – Reard (Red del Acre de Reducción de Daños).


Mapa: GuiaNet
Entre 2003 y 2004, Reard investigó 75 casos de usuarios de drogas provenientes del desecho de la producción de cocaína boliviana. El enfoque del estudio, en principio, era acompañar el uso de la mescla o merla, droga ampliamente utilizada en las ciudades acreanas, y la vulnerabilidad de los usuarios al sida y las demás enfermedades sexualmente transmisibles. La mescla es una especie de pariente rudimentario del crack, producida a partir del desecho de cocaína, más algunos productos químicos, como la cal, el querosén, la acetona, el ácido de baterías eléctricas, etc. “Depende del traficante y de los productos que tenga a la mano”, dice Álvaro Mendes.

El proyecto, financiado por el Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos, terminó encontrando una dura realidad: en las ciudades fronterizas, el oxi sustituyó a la mescla, con efectos aún más nocivos.

Las ciudades del oxi

Brasiléia y Epitaciolândia son ciudades conocidas para quien estudie el tráfico de cocaína que entra de Bolivia a Brasil. Ciudades pobres, cercadas de periferias principalmente ubicadas en los márgenes de los ríos, donde los habitantes viven en casas de madera sobre estacas, a un lecho de río de distancia de la ciudad de Cobija, en el norte boliviano. La ruta más común utilizada en la producción de cocaína, oxi y mescla, según los entrevistados de Reard, sale de Perú hacia Bolivia por el lado brasileño, donde la carretera es mejor, hasta la amazonía boliviana para ser transformada en cocaína, crack o mescla. Luego, vuelve a Brasil. “El río que separa a los dos países es largo, se ensancha en el tiempo de lluvias y cuando no llueve se torna poco profundo, se puede atravesar a pie. Eso facilita mucho el tráfico”, explica Álvaro Augusto Andrade Mendes.

Fue en esas dos ciudades fronterizas que un equipo de la ong realizó su investigación, trabajando con los adictos al oxi. No sin problemas: “Los usuarios acostrumbran esconderse; tuvimos que buscarlos mucho y ganarnos su confianza”, cuenta Rodrigo Correia, uno de los investigadores que realizó el trabajo de campo. Y vio la realidad de los barrios donde la droga se distribuye. “Barrios muy desprovistos, las personas era muy pobres también. Las casas eran de madera, la mayoría en la rivera de los ríos, sin saneamiento básico, sin agua, sin las mínimas condiciones de higiene. Entrevisté personas de entre 18 y 35 años, que ya consumían el oxi hace tiempo. Todas, sin excepción, eran desempleadas”. O trabajaban a veces en las temporadas más altas con ingresos mensuales de hasta dos salarios mínimos (600 reales o 243 dólares). Entre los entrevistados 62,5 por ciento tenían hijos pero solamente el 20 por ciento vivía con su familia.

Vendido en piedras –que pueden ser más amarillentas o blanquecinas, dependiendo de la cantidad de querosén o de cal viva, respectivamente- el gran atractivo del oxi es precisamente su precio: mientras la mescla cuesta entre 5 y 10 reales [entre 2 y 4 dólares] por una piedrita que sirve para tres cigarrillos, el oxi es vendido entre 2 y 5 reales [1 o 2 dólares] por cinco piedras. “Es una droga popular, innegablemente, pero dependiendo de la temporada el precio aumenta: si es época de lluvias o si la policía intensifica la vigilancia”, explica Álvaro. Más allá de los problemas sociales que claramente empujan a esos jóvenes a consumir la droga, la proximidad con el comercio ilegal también les abre las puertas. Según Rodrigo Correia, muchos de sus entrevistados trabajaban o habían trabajado como “mulas”, atravesando la frontera con un cargamento de droga, o vendedores. “Muchos de ellos sufren la influencia de amigos que consumen o están involucrados con el tráfico. Pero la mayor cuestión del oxi es que es una droga más rápida, causa un efecto más fuerte y es la única cosa que ven para ellos, no tienen opción”.

La “fisura”

Esa falta de opción no podría ser más fatal. Altamente adictiva, la piedra se consume en latita con agujereadas, como el crack, lo que vuelve la fumada más pura y efecto aún más fuerte. Pero hay casos también de consumo de oxi triturado, en cigarrillos, mezclado con marihuana o con tabaco, y en polvo, aspirado. De cualquier manera que sea, el consume siempre es acompañado de bebida –cachaça, cervez o algo peor. “Muchos la consumen con alcohol, no alcohol para beber sino alcohol de ‘tapita azul’, como le llaman, mezclado con jugo de grosella”. El alcohol de “tapita azul” es simplemente alcohol etílico, desinfectante de uso doméstico.

El uso del alcohol es casi indispensable, según supieron los investigadores de la Reard, a causa de una característica del oxi, la llamada “fisura”. Rodrigo explica lo que escuchó de sus entrevistados: “Al principio tienen una sensación de euforia, de ánimo. Luego viene el miedo, la mania de persecución, la paranoia”. La droga solamente produce “barato” [la euforia] en el momento de su consumo, y cada piedra dura cerca de 15 minutos. Para perpetuar el barato, el alcohol sirve entre una fumada y otra, en un ritual que se prolonga por más de seis horas, generalmente de noche.

Para conseguir más drogar y tener la “fisura”, es común que los usuarios se dediquen a pequeños roboso y a la prostitución, lo que los hace más vulnerables al sida y las demás enfermedades de transmisión sexual; todavía más porque, sin la atención del poder público el conocimiento sobre el sexo seguro es poco entre esa población. “Encontramos en la investigación que tanto el inicio del consumo de la droga como el inicio de la vida sexual ocurren de los nueve a los 14 años, un dato que nos alarmó”, cuenta Álvaro Mendes.

Espectros

Extremadamente nocivo para el organismo, el uso del oxi perturba el sistema nervioso central y produce paranoia, el miedo constante. Pero va más allá de eso: “Se ponen nerviosos, han enflaquecido rápidamente, se ponen de color amarillento, tienen problemas hepáticos, dolores estomacales, dolores de cabeza, náuseas, vómitos, diarrea constante”, cuenta Álvaro. Trabajando ya más de cinco años en reducción de daños, Mendes cuenta que nunca se conmocionó tanto como al presenciar el consumo de oxi: “Cuando dejaba de fumar la piedrita, tragando el humo por la boca, caía vomitando y defecando, y se quedaba teniendo el barato en medio del vómito y de las heces, hasta que se levantaba a consumir de nuevo”. Otro dato alarmante, esta vez en términos númericos: cerca del 30 por ciento de los que fueron entrevistados por el equipo de la ong murieron en un periodo de un año –la gran mayoría por efecto de la droga, aunque algunos también murieron al participar en robos o tráfico.

Otro motivo que lleva a la enfermedad y hasta a la muerte es la misma paranoia, que los hace evitar buscar ayuda. Rodrigo cuenta que topó con el caso de un joven de 18 años que tenía pavor a ir al hospital y se negaba a ser medicado, aunque tuviera una herida expuesta. “Cada vez que entraba en un hospital, si no lo aseguraban, se fugaba. Él mismo se medicaba. Vi que estaba consumiéndose. Flaco, con un aspecto físico terrible; sin higiene personal alguna, parecía un espectro. He ahí, esa es la forma de saber quién consume droga hace mucho tiempo si miras atentamente: parece un espectro”.

Usuarios “marcados”

Pero lo que debería generar preocupación y más cuidado de parte del poder público termina generando, por el contrario, asco y repulsa. Según relatan los profesionales que estudiaron los efectos de la droga, el prejuicio es todavía muy grande. Álvaro cuenta que muchos agentes de salud ni siquiera se aproximan a los usuarios. “En una intervención que hice, intentando una aproximación de los agentes de salud a los usuarios, todo fue muy claro: quedé en medio de la calle, con los usuarios de un lado y los agentes de salud del otro”. Álvaro dice también que, por tratarse de locales ubicadas en ciudades del interior del país, los usuarios quedan “marcados”, muchas veces por los mismos agentes, que “esparcen por toda la ciudad” su vicio.

La policía no actúa de manera diferente. El reporte deja bien claro que, en las ciudades fronterizas, los usuarios son mucho más perseguidos y sufren una represión mucho mayor de lo que en la capital del estado de Acre, Rio Branco. “En algunos lugares no pueden permanecer en la calle más allá de cierta hora, porque la policía exigía que se recogieran. Llegaban y les ordenaban retirarse. Si no se iban, los apresaban, lo que es absurdo, porque no se puede impedir a nadie estar en una vía pública”, denuncia Rodrigo. El equipo relató la situación a las autoridades de la ciudad de Epitaciolândia, que se apresuraron a decir que resolverían la situación, ya que solamente algunos miembros de la fuerza policial tenían ese “hábito”.

“Un compromiso del poder”

Para lidiar con una droga tan dañina, el trabajo de reducción de daños es más que necesario. De todos modos, lo que el personal de Reard encontró fue una absoluta indiferencia por parte de las autoridades. “Se tiene que establecer un vínculo con ellos, conversar sobre los daños que causa ese tipo de droga y los cuidados que deben tener cuando consumen”, dice Álvaro. Algunas medidas simples, como cuidar el agua que beben, tomar vitamina C, no consumir alcohol “de tapita azul” y cuidar el local donde consumen la droga serían muy positivas y, en algunos casos, podrían inclusive evitar una “falla total”. En ese sentido, Reard se ha reunido con funcionarios estatales para elaborar una política específica para los usuarios de oxi. Pero, para Álvaro, “falta un compromiso del poder, principalmente estatal, porque generalmente si la demanda va de arriba para abajo ellos aceptan, pero si ven una ong no se acepta mucho”.

El próximo día 24 la Reard se va a reunir con los funcionarios del estado de Acre, representantes del Ministerio de Salud y funcionarios de salud de Perú y de Bolivia. Y para dar continuidad al trabajo, el próximo semestre la ong va a encabezar una investigación específica con los usuarios de oxi. “Hay muchas cosas que no sabemos aún, como cuál es la causa biológica de las muertes por oxi y que otras sustancias son utilizadas en su elaboración”, concluye Álvaro Mendes.

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