El fin de semana en Toronto muestra cómo, al tratar de revivir la gloria de Seattle en 1999, los saltadores de cumbres han dejado de tener algún tipo de mensaje
Por Al Giordano Especial para The Narco News Bulletin
28 de junio 2010
El periodista auténtico, Jesse Freeston, del que escucharon en estas páginas el mes pasado, el fin de semana anterior se condujo tan bien como cualquiera lo hubiera hecho cuando la policía de Toronto lo golpeó en la cara y le robó el micrófono de su cámara mientras cubría las protestas en la cumbre del G-20. Pueden verlo en el video de arriba. Calmado, coherente y consistente: así es como se desenvuelve un periodista auténtico, o cualquier organizador comunitario eficaz o quién quiere cambiar las cosas. Y su jefe, Paul Jay de The Real News, también hizo un buen trabajo en el “teatro de la conferencia de prensa” en respuesta al incidente.
Puedo entender por qué Jesse, un canadiense, fue a reportar dicho acontecimiento. Estaba sucediendo en su ciudad. Puedo entender por qué mucha gente fue ahí, quienes sinceramente desean levantarse y ser contados en contra del capitalismo global salvaje y sus consecuencias. El problema es que casi nadie de los que no participaron, especialmente aquellos que solo escucharon de las protestas a través de los medios, tiene alguna idea de que se tratan dichas protestas, o por qué los manifestantes estaban ahí.
El G-20 o “Grupo de los 20”, está compuesto de 20 de los gobiernos de las 32 más grandes economías. El grupo incluye a los gobiernos de centroizquierda de Argentina y Brasil, y también incluye a China. Aquí una lista de las naciones participantes. El G-20 no tiene el poder de crear leyes, no tiene ningún poder institucional real. Sus resoluciones no son vinculantes ni siquiera entre los países que las firman. Los manifestantes ¿están tratando de decir que los países no deben reunirse entre sí? Tampoco nadie dice eso.
Me gustaría plantear que las protestas en eventos como este suceden en piloto automático, de forma robótica, por muchos que están tratando de revivir los días de gloria de las protestas en 1999 en Seattle en contra de la Organización Mundial de Comercio (donde el objetivo declarado fue la de evitar que la reunión de la OMC tuviera lugar, y en donde la causa logró su levantamiento prematuro). Ahí, cientos de miles de personas, incluyendo la participación significativa de los sindicatos más importantes como los Teamsters, convergieron alrededor de una demanda clara y de un objetivo alcanzable: La OMC no debe reunirse, ya que tiene poder vinculante sobre las políticas de sus países miembros y se abusa de ese poder para beneficiar a los que tienen sobre los que no tienen.
En Seattle en 1999 fue donde la izquierda internacional post Guerra Fría descubrió que tenía una nueva jugada, como un boxeador con un rápido gancho izquierdo. Las protestas pudieron noquear a su oponente, la OMC, dando lugar a una nueva generación de celebridades de la nueva izquierda y hacedores de medios de comunicación, incluyendo Indymedia. De ello, algunos han lanzado carreras vendiendo libros. Bien por ellos, ¿pero es ello una meta para las protestas? ¿Creando productos y hacedores de productos? El resto de su legado fue principalmente el crear un rastro de acciones copia con resultados cada vez menores.
En abril de 2000, se intentó una repetición de la táctica en Washington DC para protestar las reuinones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Solamente participaron 10,000 manifestantes, de los cuales 1,300 fueron arrestados. En noviembre de 2000 los mismos organismos se reunieron en Praga, en donde se enfrentaron a miles de manifestantes, 400 de ellos fueron arrestados, lo que en realidad hizo que la reunión terminara antes. En enero de 2001, muchos de los mismos manifestantes se dirigieron a Davos, Suiza, para protestar por el Foro Económico Mundial (un tipo de G-20 sin autoridad legal sobre los participantes). Su meta, si es que hubo una, no fue clara y no tuvieron un impacto tangible sobre la conferencia de líderes empresariales y gubernamentales. Ninguno en lo absoluto.
Este baile—piensen en las consecuencias para un boxeador que continúa usando el mismo gancho izquierdo en cada golpe, pero que sus oponentes eventualmente entienden y saben exactamente como golpearlo—continuó en 2001 en la Cumbre de las Américas en Quebec, y en la de la Unión Europea en Gothenberg, Suecia y en la cumbre de la OMC en Cancún en 2003, y prosiguió así, se enjuaga y se repite, se enjuaga y se repite.
En general, el tamaño de estas protestas en las cumbres se hace cada vez más pequeño, las tácticas no cambian significativamente, el nivel de la planeación y el entrenamiento de los participantes no se eleva más allá de lo que fue Seattle en 1999… y muestra, una y otra vez, los resultados miserables.
Asi que, ¿que nos queda de estas protestas en las cumbres? La mayoría de los participantes siempre marchan pacíficamente pero muchos son arrestados y golpeados por los policías que usan la presencia de un grupo más pequeño—frecuentemente referido como el “Bloque Negro” o aquellos que “usan las tácticas del Bloque Negro”—como el pretexto para arrestar y usar la violencia estatal en contra de todos. El tamaño del contingente del “Bloque Negro”, aquellos que suelen ir rompiendo las ventanas de las tiendas de las cadenas corporativas y bancos, no ha crecido, pero al mismo tiempo que el número de manifestantes de los demás sectores disminuye, ellos obtienen una rebanada más grande del pastel de la atención mediática de estos eventos predecibles.
Y entonces está otro sector al que llamo los “saltadores de cumbres”. Estos son manifestantes con suficiente dinero para gastar (o fondos de apoyo, o apoyados por sus padres) para viajar de ciudad en ciudad en donde se realizan las cumbres para unirse a las protestas. Algunos de ellos incluso hacen cosas creativas y loables—bandas de guerra o temerarios que cuelgan banderas—pero típicamente su creatividad se pierde en el humo del gas lacrimógeno y en la pornográfica cobertura de los medios sensacionalistas que los siguen.
Y como suele ser, como en Cancún en 2003, los movimientos locales y los organizadores se quedan con las manos vacías, sin estar mejor organizados que antes. Básicamente son utilizados por los que vienen de fuera, para usar sus ciudades como el escenario del fin de semana para su propia búsqueda de atención. Esto me recuerda el poema de 1920 de Kurt Tucholsky sobre la obra Danton del director del teatro de Berlín, Max Reinhardt:
El tercer acto de la obra de Reinhardt fue increíble—Seiscientos extras pululando
¡Escuchen lo que los críticos dicen!
Todo Berlín lo encuentra emocionante.
Pero en todo este asunto veo
Una parábola, si me preguntan
“¡Revolución!” la Gente grita y llora
“¡Libertad, eso es lo que necesitamos!”
La hemos necesitado por siglos—
nuestras arterias están sangrando.
El escenario se sacude. La roca de la audiencia.
Para las nueve, todo ya termina.
Así que, ¿que queda de estas protestas en las cumbres, además de las toneladas de basura y de reacción que los movimientos locales deben recoger al final? Algunas breves notas en los medios sobre la violencia—de la policía o de los manifestantes, ya sea contra la gente o simplemente en contra de la propiedad, nunca debes contar con los medios masivos para distinguir entre ambos, y debes de saber que ese siempre será el caso—son sobre todo lo que queda cuando el espectáculo termina y se va. Nadie, más que los propios protagonistas de los actontecimientos sabe de que se trataron las protestas, o por qué se realizaron.
Y entonces tienes la ocasional nota periodística bien hecha, como la de arriba de Jesse Freeston, sobre la violencia de la policía en contra de reporteros o civiles pacíficos. Lo ideal es que diga “los policías son malos y los manifestantes buenos” (como si esa fuera razón suficiente para tener una manifestación, debido a que ese mensaje solo resuena en aquellos que ya estan predispuestos), pero en realidad no dice nada nuevo o inspirador. No cambia el juego ni la dinámica social.
Sin embargo, resulta que la policía no es la única que asiste para atacar a miembros de los medios independientes:
Los que están vestidos de negro y con máscaras son aquellos que o bien se refieren a sí mismos o son etiquetados por otros como el “Bloque Negro”, y en el minuto 1:23 puede ver que también van detrás de los medios independientes. Su canto de “¿Las calles de quién? ¡Nuestras calles!” se convierte entonces en un espejo de lo que el Estado dice a través de sus fuerzas policiales: ¡Somos dueños de estas calles, y nadie más lo es! Estos acontecimientos previsiblemente se convierten en actos intimidatorios y de brutalidad en ambos lados de las barricadas: haciendo feliz a la policía, tan feliz que de hecho lo fertilizan con sus propios infiltrados y agentes provocadores para asegurarse que así suceda.
A los dos minutos del video, se puede ver como el “Bloque Negro” muerde el anzuelo dejado por la policía, que convenientemente había dejado patrullas sin protección a lo largo de la ruta de la manifestación. Y muerden el anzuelo: Los manifestantes—los que aparecen en las imágenes son, como era previsible, en su mayoría hombres jóvenes—atacan y finalmente le prenden fuego a las patrullas policiales. Esto se convierte en una imágen definitoria de la protesta entera y un punto clave para que el Estado pinte a todos (para el público en general) como parte de una indeseable horda que genera temor.
¿Realmente alguien piensa que la policía habría dejado los vehículos sin protección en el camino si no es para conseguir la imagen deseada para que apareciera en las noticias de la tarde? ¡Y los incautos del “Bloque Negro” cayeron! ¿Quién, de entre la clase trabajadora y pobres, seguiría a cualquier lado a estos blancos tontos de las clases altas? ¿Que los separa de cualquier pirómano común y corriente? ¿Que le atribuyen una causa a su intento de arrasar con todo? Bueno, ¿cuál es la causa? “¿Las calles de quién? ¿Nuestras calles?” Claramente se refieren a sus calles y no a las “nuestras” en el sentido en que las calles les pertencen a toda la gente. De otra forma no estarían empujando y amenazando a las cámaras de la gente. Si esos tipos alguna vez obtienen poder, serían tan violentos e intimidatorios como aquellos en el poder ahora. Y eso es evidente para la mayoría de los miembros del público que se abstienen de incorporarse a esas protestas incluso cuando están de acuerdo con las causas expresadas.
Ya está bien establecido que las autoridades canadienses (y aquellos de otras naciones) introducen agentes encubiertos—vistiéndolos como el “Bloque Negro” y con otros estereotipados uniformes de protesta—para animar a los manifestantes a que hagan actos de vandalismo y a veces incluso violenica para quitarle a las manifestaciones la autoridad moral y darle a la policía el paso libre para su propia violencia.
Los profesionales del “Bloque Negro” se han convertido en el equivalente moral de los policías, igual de feos e intimidatorios. Y está probado que algunos de ellos de hecho ¡son policías! Y no hay manera de distinguirlos.
Después de los episodios de vandalismo, los del “Bloque Negro” se quitan sus máscaras negras y sus ropas para esconderse entre el resto de los manifestantes pacíficos. Esto revela que también son cobardes. Solamente despliegan estas tácticas cuando pueden esconderse detrás de un número mayor de personas. Si sinceramente creen que romper ventantas y forcejear con la policía es un acto revolucionario, ¿por que no lo hacen por su cuenta? Peor aún, ¡están destruyendo el buen nombre del anarquismo y los anarquistas al comportarse de estas formas tan anti anarquistas! Los auténticos anarquistas están entre los más alarmados por los efectos negativos de sus parasitarias acciones sobre los eventos organizados por personas que no son ellos, porque define al “anarquismo” como “violento” (y también como “estúpido”) cuando el anarquismo (que abarca también a los anarcosindicalistas y anarcopacifistas que ven al Estado como una forma de violencia) es el autocontrol, y no colgarse de la estrella que alguien más organizó.
A lo largo de la historia ha habido guerrillas insurgentes o grupos que usaron lo que llamban la “violencia revolucionaria” para alcanzar sus objetivos, y ya sea que uno esté de acuerdo o no con sus tácticas, uno debe admirar el valor que tenían. Pero los Weather Underground o las organizaciones guerrilleras latinoamericanas u otros proyectos nunca inflingieron sus acciones en las protestas de coaliciones más amplias. ¡Ni una sola vez! El “Bloque Negro” claramente no tiene la misma valentía, planeación, entrenamiento o inteligencia. Es eso lo que los hace cobardes cuando otras insurgencias armadas no lo fueron.
Al final, la repetitiva naturaleza de esta historia sobre las acciones en las cumbres hace que la mayoría de los manifestantes, que son pacíficos, y las organizaciones que los llevan ahí, los engaña tanto como los pocos imbéciles con fetiches de romper ventanas. Es ahora totalmente predecible y conocido que esos tipos aparecerán y harán las mismas cosas que siempre hacen. Y aún así la coalición más grande no hace nada para denunciar o separarse de esas premeditadas rabietas de machos de algunos pocos. La acciones de cumbre en cumbre no han tomado en cuenta todas las herramientas—tales como sesiones de entrenamiento en la no violencia—que se han distinguido a otros movimientos más exitosos a lo largo de la historia sobre la reciente serie de las fallidas acciones en las cumbres, en la cual Toronto junio de 2010 se convierte solo otra en la estadística.
Ya no enviamos reporteros a cubrir las protestas en las cumbres. Ya sabemos que va a pasar con antelación. En Narco News, todavía reportamos, una y otra vez, las protestas significativas, a los organizadores comunitarios y a otros que en realidad hacen las cosas y ganan batallas. Pero ya hemos tenido suficiente con el género de las protestas en las cumbres. Ahora practicamos ahí la no cooperación. Hemos retirado nuestra participación en su aburrido espectáculo, al menos hasta que algunos compañeros organicen en algún lugar algo que planifique con antelación el entrenamiento y la promoción de una acción compartida y una disciplina que esté diseñada para tener un mejor impacto en los acontiecimientos humanos y en la historia que este triste sendero de la repetición.
Y para pensar: Al menos dos veces en los meses recientes, en la misma ciudad de Toronto, hubo dos acciones creativas—ninguna de ellas “protestas”, per se que fueron diseñadas, y tuvieron éxito, para ganarse el corazón y la mente y el apoyo del público. Estas involucraron planeación, disciplina, y mucha más diversión que lo que ofrecen las cansadas protestas en las cumbres, y nos muestran un posible camino distino hacia un nuevo tipo de protesta que, en lugar de provocar la represión automática de la policía, se cuela hasta la sociedad con sigilo y luego desaparece rápidamente al evitar cualquier tipo de confrontación física.
El 29 de abril de 2010, estudiantes de la Escuela Nacional de Ballet canadiense llevaron a cabo una acción “flash mob” en el centro comercial Eaton Centre en Toronto. Vealo mientras imagina como hubiera sido si los manifestantes del G-20 hubieran organizado algo similar y que tan diferente y mejor impacto hubiera tenido:
Si cree que son profesionales, pues,claro, han tomado algunas clases de baile. Pero aquí hay otro baile de una acción flash mob de 2009 en el mismo centro comercial, este realizado por amaters, muchos de ellos niños, cuya causa era recordar a una jóven que había muerto de cáncer:
¿Cuánto entrenamiento tuvieron esos novatos del baile? ¡Solamente seis horas! ¡Así que no me digan que la gente ordinaria no puede hacer acciones extraordinarias con un poco de planeación y disciplina! El fenómeno flash mob ya lo ha probado.
Agreguele un mensaje político coherente, banderas, folletos, una canción con un mensaje, y lo necesario para una flash mob musical como los que ha visto, y con ello tendrá las semillas para un nuevo tipo de protesta más efectivo que la vieja forma de marchar en círculos del siglo pasado que ha dejado de ganar las luchas. Si quiere la cobertura mediática para ello, grábelo en video y envíelo, o ponga a algunos colaboradores que simpaticen con la causa que estén dentro de los medios comerciales para que tengan sus cámaras listas.
Organice algo como eso, y llegaremos, reportaremos, lo filmaremos y lo pondremos disponible para el mundo en múltiples idiomas. Pero “no gracias” si quiere que cubramos otra acción aburrida de alguna cumbre que utiliza el miso gancho izquierdo que el enemigo ya conoce.
Una última cosa: si quiere defender las acciones del “Bloque Negro” o la efectividad de las acciones en las cumbres que las toleran, este es el precio para admitir los comentarios en la sección de comentarios de la versión en inglés, lo cual es muy fácil para todos: Escriba una oración—solo una—que nos diga cual fue el mensaje de las protestas del G-20 en Toronto. Si no cabe en una oración, no es un mensaje digno de una protesta. Entonces díganos como las protestas lograron avanzar en la causa de ese mensaje.
Tal vez es claro para alguno o más de ustedes allá afuera. Pero el resto de las personas del mundo, cualquiera que haya sido el mensaje de la protesta de la cumbre en Toronto, no nos llegó. Y esa es precisamente la definición de una acción fallida que logró nada más que ocupar horas, recursos, y presupuestos de aquellos que viajaron en lugar de organizar algo real en casa.
Actualización: De alguna forma me lo perdí cuando se estrenó el año pasado, pero la periodista auténtica Jill Freidberg (directora del equipo documental de la Escuela de Periodismo Auténtico de Narco News y codirectora del documental, Así es como se ve la democracia, sobre las protestas en Seattle en 1999) produjo una serie en radio en el décimo aniversario de las acciones en Seattle en diciembre de 1999, que muestra a lo que la mayoría de los participantes se han movido desde entonces: la organización comunitaria…
Así que es justo decir que el legado positivo de Seattle 1999 es cómo sus participantes se movieron a organizar, y a estrategias y tácticas nuevas y más diversas; ¡no todos se la pasaron dándole clic a “reproducir”!