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Cómo explotó “La Influenza TLC”

Granjas Smithfield escapó de las leyes ambientales estadounidenses para abrir una gigantesca granja de cerdos en México, y todo lo que nos dejó fue esta asquerosa influenza porcina


Por Al Giordano
Especial para The Narco News Bulletin

3 de mayo 2009

Las autoridades de EU y México afirman que ninguna sabía sobre el brote de “influenza porcina” hasta el 24 de abril. Pero después de que cientos de habitantes de un pueblo en Veracruz, México, presentaron síntomas, la historia ya había llegado a la prensa nacional mexicana el 5 de abril. El diario La Jornada informó:

Nubes de moscas emanan de las lagunas de oxidación donde la empresa Granjas Carroll vierte los desechos fecales de sus granjas porcícolas, y la contaminación a cielo abierto ya generó una epidemia de infecciones respiratorias en el poblado La Gloria, del valle de Perote, dijo Bertha Crisóstomo López, agente municipal del poblado.

El pueblo tiene 3,000 habitantes, cientos de los cuales afirmaron tener severos síntomas de gripa en marzo.

El Dr. Sanjay Gupta, de CNN, reportó desde México que ha identificado a un niño de La Gloria que contrajo el primer caso confirmado de “influenza porcina” en febrero como el “paciente cero”, Edgar Hernández, de cinco años, ahora un superviviente de la enfermedad.

Para el 15 de abril —nueve días antes de que las autoridades federales mexicanas del régimen del presidente Felipe Calderón reconocieran que existía algún problema— el periódico local, Marcha, informó que una compañía llamada Carroll Ranches era “la causa de la epidemia”.

El columnista de La Jornada, Julio Hernández López conecta los puntos corporativos para explicar cómo llegó a México la compañía Granjas Smithfield con sede en Virginia: en 1985, Granjas Smithfield recibió lo que fue, en su momento, la multa más cara en la historia —12.6 millones de dólares— por violar el Acta de Agua Limpia de EU en sus instalaciones cerca del río Pagan en Smithfield, Virginia, un tributario que fluye a la bahía Chesapeake. La compañía, de acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), descargó desechos de sus granjas porcícolas en el río.

Fue un caso en donde la ley ambiental estadounidense logró obligar a un contaminador, Granjas Smithfield, a construir una planta de tratamiento de aguas negras después de décadas de utilizar el río como un mega-excusado. Pero el “libre comercio” abrió una brecha para que las Granjas Smithfield simplemente movieran sus dañinas prácticas a la casa de junto, en México, para que así pudiera evadir las estrictas regulaciones estadounidenses.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o TLC) entró en vigor el 1 de enero de 1994. Ese mismo año, Granjas Smithfield abrió los “Ranchos Carroll” en el estado mexicano de Veracruz mediante una nueva corporación subsidiaria, “Agroindustrias de México”.

A diferencia de lo que las autoridades impusieron a Granjas Smithfield en los EU, las nuevas instalaciones en México —que convierten 800,000 cerdos en tocino y otros productos al año— no cuentan con una planta tratadora de aguas negras .

Según la revista Rolling Stone, Smithfield mata aproximadamente a 27 millones de cerdos al año para producir unos 2.7 billones de kilos de productos de cerdo empaquetados. (Las instalaciones de Veracruz constituyen, entonces, alrededor del 3% de su producción total).

El periodista Jeff Teitz, informó en el 2006 sobre las condiciones de las instalaciones de Smithfield en los EU (recuerden: lo que van a leer describe las condiciones que son más higiénicas y reguladas que aquéllas en México):

Los credos de Smithfield viven por los cientos o los miles en establos tipo bodegas, en filas de corrales pared con pared. Las hembras son inseminadas artificialmente, alimentadas y devueltas a los cachorros en jaulas tan pequeñas que no pueden voltearse. Los machos completamente maduros pesan 250 libras/113 kilos y ocupan un corral del tamaño de un pequeño departamento. Se pisotean unos a otros hasta la muerte. No hay luz del sol, paja, aire fresco ni tierra. Los pisos tienen tabillas para permitir que el excremento caiga a una fosa debajo de los corrales, pero muchas cosas además del excremento pueden terminar en las fosas: placentas, cachorros accidentalmente aplastados por sus madres, viejas pilas, botellas de insecticida rotas, jeringas con antibióticos, cerdos que nacieron muertos, cualquier cosa lo suficientemente pequeña para que quepa por las tuberías de unos 30 centímetros de ancho que drenan las fosas. Las tuberías permanecen cerradas hasta que se acumula una cantidad suficiente de aguas negras para crear una buena presión de expulsión; después, las fosas se abren y todo se expulsa a un gran estanque de contención.

La temperatura dentro de las casas de los cerdos está a menudo arriba de los noventa grados. El aire, saturado casi al punto de la precipitación con gases del excremento y los químicos, puede ser letal para los cerdos. Enormes ventiladores funcionan veinticuatro horas al día. Los sistemas de ventilación funcionan como los ventiladores de pacientes terminales: si se descomponen por un largo periodo de tiempo, los cerdos empiezan a morirse.

Consideren lo que sucede cuando esas formas de producción de puercos masivas se mueven a un territorio no regulado donde las autoridades mexicanas permiten que intereses millonarios hagan negocios sin una supervisión adecuada, abusando de los trabajadores y del ambiente. Y ahí está: la violencia provocada por el TLC en términos humanos claros y entendibles.

La llamada “influenza porcina” explotó porque un desastre ambiental simplemente se mudó (y con ello, despojó a trabajadores estadounidenses de sus empleos) a México donde las leyes de seguridad ambiental y laboral, si es que existen, no se aplican a poderosas corporaciones multinacionales.

Las falsas construcciones mentales de fronteras —del tipo que provocan que los ciudadanos de EU y México se imaginen que una variedad de influenza como esta invade sus países desde otros lugares— están sufriendo un gran revés esperado desde hace tiempo gracias al frenesí de la “influenza porcina” por parte de los medios. En este caso, la política comercial EU-México creó una bomba de tiempo en Veracruz que ya ha asesinado a más de 150 ciudadanos mexicanos, y al menos a un niño en los EU, creando una placa de Petri gigante en las granjas de cerdos para producir tocino y jamón para la venta internacional.

Nada de esto indica que esta variedad de influenza se haya generado en México, sino, por el contrario, que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte creó las condiciones óptimas para que el influenza se gestara y se convirtiera, como mínimo, en una epidemia en La Gloria y, ahora, en la ciudad de México, y que amenace con convertirse en una pandemia internacional.

Bienvenidos a las secuelas del “libre comercio”. Las autoridades ahora quieren que ustedes tomen un cubrebocas y eviten el contacto humano hasta que, ojalá, el brote termine. Y si usted empieza a sentirse mareado, o con fiebre, o algún otro síntoma comienza a molestarlo, o a sus hijos, recuerde esto: el nombre real de esta enfermedad es la “Influenza TLC”, la primera de muchas nuevas enfermedades que emergerá a nivel internacional como el resultado directo de los acuerdos de “libre comercio” que permiten a compañías como Granjas Smithfield escapar de las leyes de salud, seguridad y ambientales.

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