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Archivos del caso: testimonios de violación por policías tras la desgracia de Atenco

Mientras que los políticos mexicanos (guiados por asesores estadounidenses) niegan la evidencia, la historia de cada mujer corrobora la de la siguiente


Por Al Giordano
El Otro Periodismo con La Otra Campaña en San Salvador Atenco

19 de mayo 2006

El candidato presidencial mexicano Felipe Calderón –del partido político del presidente Vicente Fox, Acción Nacional (PAN)– le dijo a reporteros la semana pasada que él no cree los reportes de que la policía violó y abusó sexualmente de las mujeres detenidas el 3 y 4 de mayo en Texcoco y San Salvador Atenco.

El candidato –quien es aconsejado por dos asesores políticos gringos, Dick Morris y Rob Allyn, sobre como manejar las preguntas de la prensa – dijo que una acusación de violación “es tan delicada que requiere elementos probatorios claros”. Calderón llegó al extremo de acusar al Comisionado de Derechos Humanos del propio Fox, José Luís Soberanes, quien mostraba evidencia consistente de 23 violaciones a mujeres mexicanas mientras éstas estaban bajo arresto, de “hablar mal del país y discrepo totalmente de él”.

El jefe de la policía del Estado de México, Wilfrido Robledo Madrid, se le unió a Calderón en esta política de la negación. Este hombre supervisó personalmente las violentas redadas policíacas de principios de mayo. Robledo –autor intelectual del crimen– dijo al diario Milenio el 15 de mayo:

Hasta el momento no tenemos el informe de alguien que diga que fue
violada. ¿No sé si ustedes lo tengan?… Si tuviéramos el nombre de alguien que dijera que fue violada, ahí empezamos la investigación. Pero hasta ahorita no tenemos ninguno. Yo puse a disposición del Ministerio Público a todos los detenidos, y hasta ahora, que yo sepa, no hay nadie que haya entrevistado a una persona que haya sido violada, o que el Ministerio Público haya hecho una declaración en ese sentido, no tengo conocimiento. No tengo ningún certificado médico que diga que alguien fue violada.… Ya pasaron diez días y yo no se de ni una sola mujer violada.

Interrogado por reporteros de Milenio sobre las declaraciones que hizo el Subcomandante Zapatista Marcos al respecto de que los policías usaron condones al violar a las mujeres, sugiriendo premeditación, Robledo exclamó:

“Eso sí me da risa.”

Mientras Wilfrido Robledo se reía, investigadores de la organización de derechos humanos Comité Cerezo entrevistaron el lunes a 19 presas políticas mexicanas encerradas en la prisión estatal de Robledo.

Estos son sus testimonios. Una y otra vez, corroboran los testimonios de las cuatro mujeres extranjeras que fueron deportadas a sus países natales – España, Chile y Alemania – tras sufrir arrestos arbitrarios y tortura sexual en Atenco. Tal como el testimonio de la Catalana María Sostres, quien le dijo al diario español El País: “Metieron objetos, dedos y llaves en las vaginas. A una chica la obligaron a decir ‘vaquero, vaquero’ mientras un policía le pegaba en el culo”.

Su testimonio es corroborado –y ampliado, tristemente– por las presas políticas que Sostres vio siendo abusadas sexualmente en ese momento, de acuerdo con el archivo del caso del Comité Cerezo. Esa prisionera, Italia Méndez, la conocemos en Narco News como una madre soltera seria, comprometida y honesta. Ella trabaja con La Kinta Brigada, un colectivo que, entre otros proyectos, trabaja con pastores de cabras en las regiones desérticas de San Luís Potosí. Una persona inteligente, coherente, de voz baja, digna, la entrevistamos sobre temas más alegres el verano pasado durante una reunión de Organizaciones No Gubernamentales y colectivos en la Selva Lacandona.

El calvario que Méndez sufrió este mes a manos de la policía –fue arrestada durante una redada en una casa privada, y acusada de bloquear una carretera (¿desde dentro de la casa?) en la mañana del 4 de mayo– es tan zozobrante como sus consecuencias. Su franqueza al detallar el abuso a los observadores de derechos humanos hace viles mentirosos de Wilfrido Robledo y Felipe Calderón.

“La policía me desnudó, violó y obligó a viajar desnuda por aproximadamente 4 horas”

Méndez, de 27 años, testificó:

“Fui detenida en una casa particular en San Salvador Atenco, allanada por al Policía Federal Preventiva, me despojaron de todas mis pertenencias y dinero, me obligaron a hincarme de frente a la pared con las manos en la nuca, golpeaban mi cabeza con el tolete, me levantaron y frente a una cámara me cuestionaron mi filiación política, mi dirección, mi nombre y el nombre de mis familiares directos. Posteriormente fui sacada del domicilio y sentada en la banqueta, había mucha gente más alrededor mío, yo tenía cubierta la cabeza y cara con mi suéter, me golpearon en repetidas ocasiones en la cabeza con toletes y patadas en los glúteos y espalda, me provocaron una herida en la cabeza de seis centímetros. Instantes después me hicieron caminar por dos hileras de policías que escoltaban el autobús en el cual nos trasladarían, me subieron a golpes al autobús y adentro había una gran cantidad de personas esposadas y con la cabeza cubierta, apilados unos sobre otros, me colocaron encima de la pila y después me arrastraron hacia el asiento trasero, ahí un policía metió su mano dentro de mi blusa y desgarró mi brassier, enseguida metió su mano dentro del pantalón y desgarró mi calzón. Yo me encontraba boca abajo, con el rostro cubierto, bajaron mi pantalón hasta los tobillos y mi blusa hasta la cabeza, golpearon con fuerza mis glúteos, gritándome que me violarían y matarían, después un policía me gritó que le dijera “vaquero” y golpeó con más violencia mis glúteos, pero ahora con su tolete solo paró hasta que escuchó lo que pedía. Enseguida me penetró con sus dedos la vagina y apretó con fuerza mis senos, después pellizcó con mucha violencia mis pezones, invitó a otro policía a hacer lo mismo mientras seguían golpeándome, después invitaron a una tercera persona a la cual le llamaron jefe, este último me penetró con un objeto y amenazaron con violarme (coito), me pusieron a la altura del pene de uno de ellos y él se restregó en mis glúteos mientras los otros dos policías lo animaban a penetrarme con su pene, pero no lo hicieron, me golpearon en los senos en repetidas ocasiones y golpearon mi estómago mientras besaban mi boca, como yo me resistía, los golpes eran para que yo abriera la boca y el policía pudiera meter su lengua en mi boca. Viajé todo el trayecto desnuda encima de dos personas más y sobre mi espalda y cabeza viajó un policía sentado. Hasta que llegamos al penal me permitieron vestirme y fui bajada del camión.”

Méndez resume el abuso que recibió de manos de la policía:

“PFP y Policía Estatal me desnudaron, violaron sexualmente y golpearon, y me obligaron a viajar desnuda por aproximadamente cuatro horas. Golpearon y abusaron de todas las personas que iban el camión.”

Fotógrafa, Méndez ahora no tiene sus herramientas de trabajo. De acuerdo con el archivo de la organización de derecho humanos, un policía le robó “equipo fotográfico, efectivo, un celular, libros, su diario, tarjetas de débito y una de crédito” valuado todo en 25,000 pesos (alrededor de 2,300 dólares). Permaneció en prisión 11 días –quizá tanto tiempo para que se borraran las heridas que probarían que fue violada– y fue liberada el lunes, pero todavía enfrenta los cargos de bloquear una carretera de la cuál no estaba ni siquiera cerca al momento de su arresto.

“Introdujo su mano por debajo de mi ropa interior y me apretó fuertemente las nalgas, incluso introduciendo sus dedos en mi ano”

Norma Aida Jiménez Osorio, 23, del Estado de México, fue violada analmente por un policía después de su arresto. Ella testificó al Comité Cerezo:

“Fui detenida el 4 de mayo del 2006, en las afueras de San Salvador Atenco por la policía federal preventiva, me golpearon con un escudo para tirarme, y ya en el piso dos policías me golpearon con tolete y puño, después me pusieron de pie y me hicieron correr aunque yo les expresaba que de los golpes recibidos, se me había dormido la pierna derecha, me seguían golpeando y se les unió un tercero que me golpeaba en la espalda con el puño, los otros dos me golpeaban con los toletes, los tres me decían que iban a violarme y a matarme, me hacían preguntas y me golpeaban, amenazaban con desaparecerme y me tocaban mis genitales.

Me subieron en un camión, en el cual me acostaron en el piso de este indicándome no moverme, y no hablar, tenía la cabeza cubierta con mi propio suéter desde el momento en que me detuvieron y allí me lo volvieron a acomodar, seguían amenazándome con violarme y matarme, hasta que a golpes y patadas me bajaron de ese camión para subirme en la parte de atrás de una camioneta donde un sujeto me golpeaba las nalgas sin parar con un tolete, mientras yo seguía con la cabeza cubierta y boca abajo; cuando ya no pude soportar los golpes en mis nalgas traté de cubrirme con mis manos y también me las golpearon asta que las quité, después introdujo su mano por debajo de mi ropa interior y me apretó fuertemente las nalgas, incluso introduciendo sus dedos en mi ano.

Después con amenazas de muerte y patadas me bajaron de esa camioneta para subirme en un autobús, en el cual me obligaron a sentarme en el último asiento donde me descubrieron solamente la boca y empezaron a morderme los labios y meterme su lengua en su boca, al menos cuatro sujetos apretaron mis senos y pellizcaron mis pezones, al menos tres sujetos introdujeron sus dedos muchas veces en mi vagina, mientras me insultaban y golpeaban. De repente empiezan a subir a muchos compañeros y compañeras y yo oía como violaban y golpeaban a todos; nos torturan todo el camino hasta llegar a este penal, donde tengo mucho dolor en las manos, la cadera, el brazo derecho, el vientre y las piernas y no se me da atención médica.”

La policía le quitó a Jiménez, de acuerdo con el archivo del Comité Cerezo, “Mochila, reloj, libros, objetos personales y todo mi equipo fotográfico, cámara, lentes, filtros, rollos, flash, equipo de limpieza de la cámara y dinero”. Valor estimado: 8,500 (más de 800 dólares).

“Me metía los dedos en la boca y e la vagina, y me obligó a hacerle sexo oral, me echó su esperma en mi suéter blanco…”

Gabriela Téllez Vargas es una ama de casa de 18 años con dos hijos. Ella iba rumbo a su casa del trabajo, en Texcoco (lugar de los primeros hechos violentos, cuando la policía obligó a 8 vendedores de flores a quitarse del mercado, el 3 de mayo), y esperaba el camión para irse a casa. Este es su testimonio al Comité Cerezo:

“…ahí me vieron los policías y me dijo uno: ¿qué me ves?, y dijo otro: súbela por pendeja. Me empezaron a pegar y a preguntar dirección, edad, nombre; y tres de ellos me apartaron porque me querían seguir pegando con patadas y toletazos, me empezó a agarrar la cara uno de ellos y me metía los dedos en la boca y en la vagina y me obligó a hacerle sexo oral, me echó su esperma en mi suéter blanco y vino otro policía y lo mismo, me agarro mis pechos y dijo: ésta está bien buena y está amantando, ¿verdad? Puta de perra, me sacaron una foto con los ojos cerrados.

Después me obligó a hacerle sexo oral, me echo su esperma en la boca y los escupí en mi suéter, vino un tercero y me hizo lo mismo y me los echo en mi suéter, y me dijo que si quería que me ayudara, tenía que ser su puta por un año e irme a vivir adonde el quisiera, me quitaron mi suéter y no me lo quisieron dar, llegó un cuarto policía, me manoseó en la vagina y los pechos y quería que le hiciera sexo oral y llegó otro y le dijo: ya no, guey, porque ya llegamos; y me empezaron a limpiar el pantalón y las manos y me dieron un cigarro a fumar, pero yo no fumo ni tomo. Y me bajaron con los ojos cerrados en el penal de Santiaguito, Almoloya.”

¿Como te sientes, amable lector, después de escuchar a sólo tres de estos testimonios? Hay otros dieciséis casos ya en el sitio web del Comité Cerezo. El resto no son más lindos, ni tampoco fáciles de leer o digerir. Los compartiremos todos contigo antes de que esta investigación se acabe. Mientras tanto, piensa sobre estos tres; imaginate que esta buena gente es tu madre, tu hermana, tu esposa, tu amante… o tu.

Y, en esa luz, considera la contínua negación del Estado Mexicano (y sus asesores políticos extranjeros) de que estos crímenes ocurrieron.

Hace tan solo dos horas, un reporte vía el diario Mexicano El Universal informó que el mismo jefe de la policía que supervisó la redada que efectuó estos crímenes –Wilfrido Robledo Madrid– continúa con evasivas. Su jefe, Humberto Benitez Treviño, Secretario General de Gobierno del Estado de México, dijo que “el gobierno del Estado no esta en ninguna condición de empezar una investigación de las supuestas violaciones sexuales cometidas contra mujeres por la policía, toda vez que no hay bases legales para hacerlo, ya que las mujeres no han sido sometidas a exámenes ginecológicos…”

Y piensa en estas tres mujeres –tu madre, tu compañera, tu hermana– y si cualquier mujer permitiría que estos mismos animales la “examinaran” después de repetidos abusos que sufrieron bajo su custodia.

Y piensa sobre el motivo del estado para tener a estas mujeres incomunicadas, tras las rejas, por 10 días antes de permitir a las organizaciones de derechos humanos verlas y entrevistarlas. Es porque son peligros públicos? O fue para que se borrara la evidencia en forma de moretones y esperma en y dentro de sus cuerpos?

En tiempos como estos, a los hombres en el poder no les importa lo que dicta el sentido común. No importa lo que demanda la conciencia. Lo que importa, lo único que importa, es sobrevivir políticamente. Y entonces el guión que escupen ni siquiera es suyo. Los autores intelectuales de estos crímenes sólo se sienta tras escritorios. Visten trajes y corbatas. Toman encuestas y tergiversan periodistas imbéciles, vía sus delegados, para negar su culpa. Ellos golpean, violan, roban y mienten por control remoto. Pero esta historia no ha terminado. Apenas comienza a ser contada…

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